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martes, 25 de junio de 2013
Comprensión Lectora
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El muñeco de nieve
Erase una vez un
(1) en las altas montañas de los Pirineos. Como había dejado de
(2), después de varios días de una terrible
(3) todos los niños, ansiosos de libertad, salieron de sus
(4) y empezaron a corretear por la blanca y mullida alfombra recién
(5).
Nuria, la hija única del herrero del pueblo, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se entregó a la tarea de moldearla.
--Haré un
(6) como el hermanito que hubiera deseado tener --se dijo.
Le salió un niñito precioso, redondo, con ojos de
(7) y un botón rojo por boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su inseparable
(8) durante los tristes días de aquel
(9). Le hablaba, le mimaba...
Pero pronto los días empezaron a ser más largos y los
(10) de sol más cálidos... Y el muñeco se fundió sin dejar más rastro de su existencia que un
(11) de agua con dos carbones y un botón rojo. La niña
(12) con desconsuelo al descubrirlo. Un
(13), que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo dulcemente:
--Seca tus lágrimas, bonita, porque acabas de recibir una gran lección: ahora ya sabes que no debe ponerse el
(14) en las cosas breves o que desaparecen.
Solución:
Erase
una vez un pueblo en las altas montañas de los Pirineos. Como había dejado de nevar, después de varios días de una terrible tormenta todos los niños, ansiosos de libertad, salieron de sus casas y empezaron a corretear por la blanca y mullida alfombra recién nieve.
Nuria, la hija única del herrero del pueblo, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se entregó a la tarea de moldearla.
--Haré un muñeco como el hermanito que hubiera deseado tener --se dijo.
Le salió un niñito precioso, redondo, con ojos de carbón y un botón rojo por boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su inseparable compañero durante los tristes días de aquel invierno. Le hablaba, le mimaba...
Pero pronto los días empezaron a ser más largos y los rayos de sol más cálidos... Y el muñeco se fundió sin dejar más rastro de su existencia que un charco de agua con dos carbones y un botón rojo. La niña lloro con desconsuelo al descubrirlo. Un compañero, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo dulcemente:
--Seca tus lágrimas, bonita, porque acabas de recibir una gran lección: ahora ya sabes que no debe ponerse el corazón en las cosas breves o que desaparecen.
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